viernes, 2 de diciembre de 2011

Origen y accionar de la Triple A

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Llevamos 28 años de democracia ininterrumpida y todavía hay muchas
cosas por develar. ¿Dónde termina el accionar paralelo de la Triple A y
cuándo comienzan a operar integradas abiertamente a las Fuerzas Armadas?
¿Cómo nacieron los escuadrones de la muerte y quién los dirigía? Muchas
preguntas para escasas respuestas. Con el auspicio de la organización
de derechos humanos Memoria Fértil, se dio inició a una investigación sobre la Triple A. Algunos adelantos fueron difundidos en el CD Albores del golpe, realizado por Camilo Cagni y quien escribe, trabajo editado por Miradas al Sur. Estas son algunas de las hipótesis que se manejan:


1.Todo indica que la Triple A no era una organización
estructurada nacionalmente con un jefe en la cúspide. Había, sí, una
doctrina represiva nacional única, que orientaba y definía el accionar
de los escuadrones de la muerte, conducida por los comandantes en jefe
de las tres armas. El mando operativo se ejecutaba a través de la
inteligencia de las Fuerzas Armadas, que aportaba logística,
coordinación territorial con las policías, tanto provinciales como la
Federal, y todos los datos necesarios para la ejecución de la víctima.
En la provincia de Buenos Aires y Capital Federal se llamaba Triple A y
estaban integrados centralmente por personal retirado y/o exonerado de
las policías Federal y Bonaerense, de las FF.AA. y civiles reclutados en
agrupaciones de ultra derecha. En Córdoba se llamaba Comando
Libertadores de América y la particularidad de su conformación fue que
estaban integrados centralmente por miembros de las Fuerzas Armadas en
actividad, a los que se sumaban militares retirados, policías y civiles.
Las denuncias presentadas ante la Justicia señalan al capitán del
Ejército, retirado, Héctor Pedro Vergez, alias Vergas, como jefe
operativo del Comando Libertadores de América. No existen constancias de
que los grupos de la represión ilegal de Córdoba reportaran a López
Rega. En Tucumán, la Triple A se dio a conocer como Comando Restaurador
del Norte, a partir del Operativo Independencia. Inició sus acciones en
la madrugada del 9 de febrero de 1975, y luego pasó a formar parte
orgánica del dispositivo militar bajo el mando del general Acdel Vilas.


2. No está probado que López Rega fuera el jefe máximo de la
Triple A, ni tampoco que fuera su fundador. El entonces ministro de
Bienestar Social de la Nación era un asesino serial, responsable directo
de muchos crímenes perpetrados por los escuadrones de la muerte. Tenía
poder de decisión y actuó con amplias responsabilidades en la cara más
visible de la Triple A. Fue una pieza clave, desde el punto de vista
político e institucional, de un dispositivo represivo con mando,
inteligencia y doctrina militar. El gobernador de la provincia de Salta,
Miguel Ragone, fue detenido y desaparecido el 11 de marzo de 1976,
pocos días antes de que se consume el golpe de Estado del 24 de marzo.
No fue la única víctima en ese mes de otoño. ¿Quienes fueron los que
detuvieron y desaparecieron a Ragone? López Rega, señalado por la prensa
como jefe máximo de la Triple A, ya no estaba en el país. El 28 de
julio de 1975 partía hacia España como embajador plenipotenciario. Lo
acompañaban el comisario inspector Juan Ramón Morales, el subcomisario
Rodolfo Eduardo Almirón y Miguel Angel Rovira, todos miembros de la
Federal. Hacía ocho meses que la supuesta plana mayor de la Triple A se
encontraba en el exterior, pero los asesinatos, con su metodología,
seguían cobrando víctimas en el país. La causa judicial por la
desaparición de Ragone se reabrió en 2004. De la investigación se
desprende que habría existido una orden superior para realizar el
operativo, avalada por el general Luciano Benjamín Menéndez, comandante
del Tercer Cuerpo de Ejército, y Antonio Domingo Bussi, el jefe del
Operativo Independencia en la provincia de Tucumán.


3. La doctrina represiva de la Triple A formaba parte del
manual de lucha antisubversiva que elaboraron los militares argentinos
junto con los oficiales del Ejército francés, expertos en los métodos de
Contrainsurgencia, que estuvieron asesorando por más de veinte años a
las fuerzas armadas y de seguridad. Los primeros oficiales galos
llegaron al país en 1957 durante el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu.
Se trataba de los tenientes coroneles Patrice de Naurois y Pierre Badie,
hombres con amplia experiencia en la represión de los movimientos de
liberación de Vietnam y Argelia. Los militares fueron reclutados
directamente por el Estado Mayor argentino con el sostén de la embajada
francesa en Buenos Aires. Realizaron en el país un trabajo de
preparación ideológica difundiendo la doctrina de “guerra
contrarrevolucionaria” en la formación de las Fuerzas Armadas. Contaron
con la estrecha colaboración de oficiales argentinos formados, como
López Aufranc, en la Escuela Superior de Guerra de París. En 1959,
durante el gobierno de Arturo Frondizi, los ejércitos de Francia y
Argentina firman un acuerdo que preveía la creación de una misión
militar francesa permanente, cuyos asesores se instalan en Buenos Aires,
en la sede del Estado Mayor. Todos eran veteranos de la guerra colonial
en Argelia.


4. Los cursos realizados en las Fuerzas Armadas aportaron una
sistematización y un cuerpo de doctrina al accionar represivo, ya que la
represión y la tortura se practicaron en el país desde muchos años
antes. “Los franceses proveyeron la matriz”, dice el general Martín
Balza, y esta se “enriqueció”, si se puede decir, “a raíz del contacto
con la Doctrina de Seguridad Nacional, de la que el general Juan Carlos
Onganía fue uno de los promotores, porque se correspondía perfectamente
al modelo político y militar que había desarrollado previamente.” En
agosto de 1964, Onganía, comandante del Ejército, viajó a los Estados
Unidos de Norteamérica para tomar parte en la V Conferencia de Estados
Americanos, que se realizó en la Academia Militar de West Point. Durante
la conferencia, el día seis, el general Onganía pronunció un discurso
donde expuso sobre el rol político de las Fuerzas Armadas. Esta
exposición, donde se incorpora la variante argentina de la Seguridad
Nacional, se la conoce como la “Doctrina Onganía”. Algunos meses antes,
el gobierno de facto había firmado un tratado militar con el país del
norte, por 18 mil dólares.


5. La inteligencia militar que organizó la Triple A trabajó
por líneas interiores al peronismo. No era la primera vez, ya lo había
practicado durante la represión del Plan Conintes, a fines de los
cincuenta. Se montó sobre la lucha interna, incorporando en su accionar a
matones a sueldo, guardaespaldas de sindicatos, grupos de ultraderecha,
como el grupo de la CNU en La Plata, y otros.


6. Da que pensar que en la lista de muertos por la Triple A
no haya jefes guerrilleros. Esa no era su misión. Para esa tarea estaban
otros grupos de tareas que ya actuaban antes del golpe. Tampoco
buscaban información, directamente ejecutaban. Apuntaron sobre los
dirigentes políticos y sociales representativos. Golpearon en el gozne,
en la articulación entre las conducciones y la fuerza organizada.
Rompieron los puentes entre la vieja generación de luchadores y los
jóvenes. Metieron miedo, crearon el terror y prepararon las condiciones
para el golpe. La Triple A accionó sobre un amplio espectro político y
social, que abarcó el peronismo, la izquierda y otras fuerzas
democráticas. En un reportaje realizado por la periodista Marie-Monique
Robin, dijo el coronel del Ejército francés, Charles Lacheroy: “Llegué a
Indochina y enseguida leí de punta a punta el Libro Rojo de Mao
Tse Tung. Fue el primero que me hizo comprender que lo que llamaban
retaguardia es más importante que la tropa y que antes de la tropa hay
que ocuparse de la retaguardia”. Tomando aquello de que “el guerrillero
se mueve como pez en el agua”, los manuales de contrainsurgencia dicen:
la misión de la represión esta dirigida a “sacarle el agua al pez”.


7. Tanto la Triple A como el Comando Libertadores de América y
el Comando Restaurador del Norte estaban constituidos en su gran
mayoría por empleados de organismos del Estado Nacional y provincial.
Los gastos de funcionamiento y sueldos mensuales salían de las arcas del
Estado. Se movieron ocultando su dependencia oficial hasta el 24 de
marzo de 1976. A partir de ese momento se integraron oficialmente al
accionar de las Fuerzas Armadas.




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