lunes, 5 de diciembre de 2011

Los fantasmas del pasado regresan a buscar justicia

Hay hechos que no se pueden ocultar. Situaciones tan graves que hasta
los amigos incondicionales deciden abrirse para que la historia no los
salpique.

Mendoza está atravesando por el traumático pero grato
proceso de recuperación de la memoria. Y es traumático porque en el
camino aparecen datos, situaciones y personajes que jugaron con la
democracia y hasta se dieron el gusto de formar parte de las
instituciones más representativas. Y es grato porque permite poner
nombre y apellido a los responsables de los acontecimientos siniestros
vinculados con la última dictadura militar. Saber quién es quién, y a
partir de allí, trabajar el presente y construir el futuro.

En
ese desempolvar, aparecieron, entre otros, el camarista federal Otilio
Romano y el ex comisario y ex subsecretario de Seguridad Carlos Ricos,
ambos apuntados por participar de manera directa en el aparato
represivo que funcionó en nuestra provincia entre 1975 y 1983. Los dos
con acusaciones y denuncias por secuestros, torturas y homicidios. Los
dos, hoy, con cuentas pendientes con la Justicia y con un dato al menos
llamativo: los testigos que presentaron para lograr algún tipo de
beneficios les dieron la espalda.

Romano apostó al ex procurador
de la Nación Nicolás Becerra, para defenderse en el Consejo de la
Magistratura. Se preveía que iba a ser un nombre clave a favor del juez
acusado; especialmente, porque Romano estuvo siempre vinculado con una
innumerable cantidad de fallos que simpatizaron con los intereses
económicos y profesionales de Becerra. Sin embargo, nada de eso
ocurrió.

Lejos de mostrar una postura estoica a favor de quien
aparecía en la previa como su amigo, Becerra se descargó con frases
tales como "el que haya sido cómplice de la dictadura, se llame como se
llame, tiene que pagar". Y completó la idea: "En este tema –aclaró-
soy insobornable".

Con Rico pasó algo parecido. Ofreció el
testimonio del ex director de la Policía de Mendoza, Orlando Rosas,
como prueba a su favor en la causa penal abierta en su contra.
Paradoja: la declaración sólo sirvió para confirmar las actividades de
Rico en el D-2 y en el Centro Instrucción Contrasubversivo.

No
es una casualidad que esto haya ocurrido. Es todo un síntoma. Es
instinto de supervivencia. Es ese momento en que el pasado se viene
encima y aquellos fantasmas enterrados por la impunidad del olvido
regresan para buscar justicia.
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